Maricones

Publicado: 2 noviembre, 2010 en citizenalmeida
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Imagínese un afiche con una foto de Don Francisco que diga: “Quiridi es el que no da plata para la Teletón”. Sin saber mucho de semiótica, intuyo cierta equivalencia con la nueva campana del SERNAM “Maricón es el que maltrata a una mujer”. Mas allá del (frustrado) intento de resignificar un insulto particularmente discriminador, asociándolo a algo distinto a lo que tradicionalmente representa, la publicidad seria antisemita, tal como la segunda es homofóbica.
No creo que la Ministra Schmidt sea particularmente homófoba, aunque tampoco me la imagino como una convencida de la igualdad de derechos para gays y lesbianas. Lo suyo es la difícil tarea de visibilizar su ministerio ante una temática que es patrimonio del imaginario bacheletista: la violencia intrafamiliar. Y para lograrlo decidió echar toda la carne a la parrilla, aunque resulte contradictorio con la cuestionada política impulsada por su misma cartera hace poco tiempo de atender a los agresores en los mismos centros en que se trata a las mujeres agredidas.

La campaña que le presentaron los publicistas debe haberle resultado atractiva: radicalizaba (aunque solo en la forma) el compromiso del gobierno con las mujeres golpeadas, cambiaba el eje de las políticas interpelando directamente a los agresores (una buena idea), insinuaba de pasada una reivindicación del mundo homosexual (visada por un gay “famoso”, asumido y exasperantemente superficial) en línea con las promesas de campaña de Piñera, y usaba un lenguaje vulgar echando por tierra la idea de una derecha cartucha que habla con la papa en la boca. Cuatro en uno, nada de mal.

Pese a todo, yerra dramáticamente el golpe, pues “maricón” significa lo que significa: un insulto a una persona homosexual, y por extensión, un insulto consistente en homologar a alguien a la condición de homosexual.  Maricón, marica, marucho, mariquita, amariconado, maraco son adjetivos que se usan en nuestra sociedad –y así lo usa la campana del SERNAM– para representar a una persona cobarde, llorona, traidora. Un “mariquita Pérez que le pega a las mujeres”, como reza la terrible condena construida en el patio de la escuela. Un “poco hombre”, alguien carente de valentía, contención o rectitud. En definitiva, un afeminado. Vaya paradoja para un Servicio Nacional de la Mujer. Vaya incapacidad de entender, o aceptar, que la masculinidad no es un monopolio heterosexual.

Nadie con un mínimo de decencia podría oponerse a luchar con todos los recursos (válidos) contra el maltrato intrafamiliar. Pero en su intento de apelar a aquello, la campaña en cuestión vulnera otro bien igualmente importante, el respeto a las minorías sexuales, transformando una causa justa en un injusto refuerzo del estigma. Aquellas palabras ancladas profundamente en nuestro acervo, aquellas que condensan los más oscuros aspectos de nuestra cultura no se resignifican por la inspiración de un publicista, ni la cobertura una campaña. Por lo demás maricón no es una palabra que necesite resignificarse, sino desterrarse del diccionario, pues en su acepción indirecta (cobarde, etc.) es aun más discriminadora que en su acepción inmediata de “persona homosexual”.

En el país del caso Atala, los curas y pastores evangélicos que presentan diariamente la homosexualidad como desviación pecaminosa, Kike Morandé, Fernando Villegas, Carlos Larraín y los titulares de The Clinic, no da para andar haciéndose el creativo con juegos de palabras que asocien homosexualidad con violencia intrafamiliar. No reprimirán ni un solo golpe, al igual que otras campañas no lograron colocar un condón, ni evitar un curado al volante. Pero si ampliarán el registro con el que se hace mofa de la homosexualidad.

Ahora, si era por impactar, yo hubiese preferido “Si maltratas a una mujer te vamos a secar en la cárcel, conchetumadre”.

(Source: citizenalmeida.blogspot.com)

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